Seis meses después de que Rusia invadiera Ucrania, las consecuencias plantean una amenaza devastadora para la economía mundial, poniendo en riesgo a empresas que emplean a miles de personas en el viejo continente.
Los gobiernos europeos tiemblan ante el panorama para los próximos meses. No solo el gas es mucho más costoso, sino que podría no estar disponible si Rusia corta por completo el suministro a Europa para vengar las sanciones occidentales, o si las empresas de servicios públicos no pueden almacenar lo suficiente para el invierno.
Los gobiernos, las empresas y las familias en todo el mundo están sintiendo los efectos económicos de la guerra apenas dos años después de que la pandemia del coronavirus devastara el comercio mundial. La inflación y los costos de la energía se han disparado, lo que ha aumentado la posibilidad de un invierno frío y oscuro en Europa, que se encuentra al borde de una recesión.
Los altos precios de los alimentos y la escasez, agravados por el corte de los envíos de fertilizantes y granos desde Ucrania y Rusia que se reanudan lentamente, podrían producir hambre y malestar generalizados en el mundo en desarrollo.
“El mundo pronto podría estar al borde de una recesión global, solo dos años después de la última”, dijo Pierre-Olivier Gourinchas, economista jefe del FMI.
A medida que la guerra alimenta la inflación, los bancos centrales aumentan las tasas de interés para tratar de frenar los aumentos de precios sin descarrilar el crecimiento económico.
Rusia no se ha librado del daño, y el FMI calcula que se contraerá 6% este año. Sergey Aleksashenko, un economista ruso que vive en Estados Unidos, señaló que las ventas minoristas del país cayeron 10% en el segundo trimestre en comparación con el año anterior debido a que los consumidores “no tienen dinero para gastar”, aseguró.